Muy queridos hermanos y hermanas:

Un año más llegado el mes de diciembres nos disponemos a celebrar la fiesta de la Titular de nuestra Parroquia junto al Corpus Christi: La Purísima Concepción de la Virgen María. 

Hace ya 20 año, el día 7 de diciembre del año 2000, nuestra Iglesia Parroquial fue consagrada y dedicada al Corpus Christi y La Purísima. El Altar y los muros del Templo fueron ungidos con Santo Crisma por el Obispo D. Manuel Ureña Pastor. Desde entonces nuestra Iglesia quedó convertida en una tienda de encuentro de Dios con su pueblo, en un lugar donde se habla de Dios, se conoce a Dios, se trata a Dios y se experimenta la alegría de la ternura de Dios a través de la mirada de la Virgen María, la Madre de Dios, la Purísima.
“Tener a María como Titular – Patrona de la Parroquia ha de llevarnos a poner todo su empeño y corazón en: CONOCERLA, AMARLA e IMITARLA en su fidelidad al Espíritu Santo, en sus actitudes religiosas, en sus virtudes, en su vida de santidad. Vivir, en definitiva, con María y como María nuestra consagración a Dios, que tuvo su momento privilegiado el día de nuestro Bautismo. INVOCARLA “pues, asunta a los cielos, (María), no ha dejado esta misión salvadora… con su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo que todavía peregrinan y se hallan en peligro y ansiedad, hasta que sean conducidos a la patria bienaventurada” (L.G.,62). OBSEQUIARLA con aquellos actos que sabemos son de su agrado: actos de piedad, pequeños sacrificios, actos de caridad fraterna, de apostolado… RECORDARLA y DARLA A CONOCER, honrarla y alabarla: “Me llamarán dichosa todas las generaciones” (Lucas 1,48). HABLAR CON ELLA, rezarle, confiarle las penas y las alegrías, los éxitos y los fracasos, los deseos y las esperanzas; pedirle ayuda y protección en las tentaciones, en los peligros, en las pruebas; descubrir su sentido maternal, abrirle el corazón, descansar en su regazo…” (cf.U.A.C. 7 mayo 1994).
¡Qué suerte tener a la Virgen María, a la Purísima, como Madre y Patrona de esta Parroquia! Que siempre estemos junto a nuestra Madre. Conozcámosla, amémosla, acudamos a Ella. Mostrémosle nuestro amor, sobre todo cumpliendo su gran deseo, el que manifestó en las Bodas de Caná: “Haced lo que Él os diga” (Jn 2,5). Lo que diga Jesús, lo que quiera Jesús, el Señor.
En este día de la Purísima, en el que nuestra mirada y nuestro pensamiento se dirigen a Ella, a la Virgen María, la Purísima. INVOQUÉMOSLA con confianza y esperanza en estos momentos de crisis por la pandemia que padece la humanidad. Sabemos de la premura de María para con la Iglesia. Ella nos cuida como Madre. Nos ofrece su auxilio y protección. María intercede por nosotros ante su Hijo, nos ayuda a encontrar la fuerza del amor divino expresada en Jesucristo, y nos anima a poner nuestra confianza en Él. “Cuando los cristianos se dirigen a María en todos los tiempos y lugares, se dejan guiar por la certeza de que Jesús no puede rechazar las peticiones que le presenta su Madre; y se apoyan en la confianza inquebrantable de que María es también Madre nuestra; una Madre que ha experimentado el sufrimiento más grande de todos, que se da cuenta de todas nuestras dificultades y piensa de modo materno cómo superarlas” (Benedicto XVI). ¡Acudamos a María! Sobre todo, en estos momentos de crisis por los que está atravesando la humanidad.
Unámonos todos en este día, en la celebración de la Eucaristía y cantemos unidos a María. Los primeros cristianos tenían conciencia de ser una comunidad que no se había formado por propia iniciativa, sino por la llamada de Dios (LG 9). Tenía conciencia de ser un pueblo santo de Dios, formado y unido por voluntad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (cf. Jn 1,12; LG 4; AG 2). Nuestra pertenencia a la Iglesia – que es el cuerpo de Cristo (cf. Col 1,24; EF 1,22-23)- no es algo a lo que hayamos optado nosotros, sino que es fruto de una elección y de una llamada de Dios. Dios nos ha elegido, para formar parte de su pueblo como cuerpo de Cristo, y nos anima a caminar unidos a la luz de la Palabra de Dios y, bajo el amparo y la protección de la Santísima Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra.
Que la Santísima Virgen María, la Purísima, derrame abundancias de gracias y favores a todos los feligreses de esta Parroquia. Que siempre estemos junto a nuestra Madre, sintiéndonos miembros de una gran familia, la familia de los hijos de Dios: la Iglesia, la comunidad de los seguidores de Jesucristo, la comunidad de los que quieren vivir el camino de su Evangelio.
Desde la Parroquia os envío un fuerte abrazo lleno de amistad y mi bendición para todos y, especialmente, para aquellos que, por causa de enfermedad, del trabajo o de cualquier otra circunstancia no pueden acompañarnos este día. Que sepáis, que os tenemos presentes en nuestro corazón y en nuestra oración.
Con afecto, os deseo a todos un Feliz día de la Purísima.
Pascual Hellín Gil
Vuestro Párroco.